Crítica ‘A cambio de nada’: Naturalizando el drama

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Quien iba a decir que ese actor que tantas veces se paseó por la pantalla en la serie ‘Aquí no hay quien viva’ iba a firmar una ópera prima como la que nos ocupa. Tras dirigir un cortometraje y tentar varias veces la silla del director, Daniel Guzmán por fin cumple uno de sus grandes objetivos con ‘A cambio de nada’, la primera película dirigida por el madrileño que supone un notable logro, llenando de naturalidad situaciones comprometidas y descubriendo a dos jóvenes actores que esperemos, tengan una larga trayectoria por delante.

La cinta cuenta la historia de Darío (Miguel Herrán), un niño de 16 años con multitud de problemas: sus padres están separados, las notas en el colegio no son las mejores y su vida resulta un infierno día tras día. Solo Luismi (Antonio Bachiller), su vecino y amigo incondicional desde pequeño, resulta un respiro en la rutina y un día, cuando su límite ya ha sido sobrepasado, decide escaparse de casa y vivir su propia vida.

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No hay nada más satisfactorio que sentarse a disfrutar de una película por la que no tenías grandes expectativas y contemplar con sumo agrado una refrescante sorpresa. Y si encima es un producto nacional como el presente, el regocijo es mayor. Y es que si bien no estamos ante un gran film, ‘A cambio de nada’ sí es una propuesta sólida y con unos objetivos claramente fijados y conseguidos con éxito. Daniel Guzmán sorprende tras las cámaras relatando varios microcosmos dentro de un macrocosmos, es decir, pequeñas historias dentro de una historia mayor integradas en un guion hábil y llenos de diálogos tan sumamente cotidianos que nos veremos a nosotros mismos en los papeles de los protagonistas.

El director nos lleva a recorrer el mismo camino que su protagonista Darío, centrándose exclusivamente en sus vivencias y a través de ellas, presenciando la rutina de la gente que le rodea. De esta manera y dado el carácter problemático de la figura del protagonista, el film va explorando de manera acertadísima muchísimos temas y de distintas índoles, aunque siempre centrado en el individuo, la sociedad y las distintas generaciones, con especial atención a la adolescencia y las influencias del hábitat en el que sobrevive. Nuestro joven de dieciséis años pasa muchos calvarios y ciertamente, con mucho tópico metido, pero siempre tratado de una manera que es imposible mostrarlo de manera más apegada a la realidad y dándole consistencia. Porque hay una diferencia importante que las separa de otras películas del mismo genero y es que Guzmán no cuenta, sino que muestra. Rodada impecablemente y claramente con vocación humanista, el film no se mete en aguas melancólicas, de amargura o simplemente compasiva, no busca conmover ni representar, solo sigue a su intérprete y nos revela su vida, nos muestra, nos exhibe su rutina y todo los problemas que forman parte de él, en un estupendo ejercicio de puro realismo. Directa, con mil y un matices y sin edulcorantes (lo que contribuye enormemente su casi inexistente composición de melodías), el madrileño consigue con su sencillez llegar al espectador con escasos medios, poniendo al servicio de la obra una amalgama de personalidades tremendamente eficaz.

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Y es precisamente en esas personalidades donde triunfa la historia, apoyadas en unos diálogos rebosantes de espontaneidad e impregnados en la deliciosa corriente de lo mundano. Así, y a pesar de que el reparto y los personajes en general están estupendos, es de justicia destacar a los dos protagonistas que suponen los descubrimientos más sorprendentes del largometraje junto a su director. Miguel Herrán y Antonio Bachiller cargan con sus personajes la mayor parte del metraje y sostienen sobre sus hombros un film complicado de interpretar por su carga dramática y la sutileza y naturalidad de la que tienen que hacer gala, cumpliendo con nota en sus debuts cinematográficos y dejándonos a dos actores españoles a tener en cuenta en el futuro. Otros nombres como Luis Tosar, María Miguel y Felipe Vélez entre otros, completan una plantilla que aporta más diversidad en el relato y unas convincentes actuaciones.

Si bien es cierto que, como ya se ha comentado arriba, la cinta trata de bastantes temas encerrados en distintas figuras, sí hay que realzar por encima de todo el mensaje principal de la narración. Este no es otro que el de otorgarle la importancia necesaria a la figura materna y paterna del hijo, tener una referencia correcta en el que fijarse e imitar y servir de guía a una persona en tiempos de crecimiento. Es crucial para el buen desarrollo del individuo o sino progresará o evolucionará acorde a las leyes de la calle y demás relaciones, haciendo una reflexión sobre las peligrosas influencias que puede suponer sobre un joven las distintas personas con las que interactúa y que, irremediablemente, se irá acercando a ese modelo ya sea para bien o para mal, al igual que el poder de la amistad. Es una mescolanza de tópicos mil veces repetidos, pero desde un prisma más seco y directo que está muy bien tratado e incorporado en el relato.

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En definitiva, nos encontramos ante una de las sorpresas más agradables que nos ha dado el cine español este año. ‘A cambio de nada’ es un buen drama adolescente que nos invita a descubrir y a concienciarnos sobre las difíciles condiciones y los verdaderos conflictos que esconden cantidad de jóvenes problemáticos. Supone un notable debut para su director Daniel Guzmán y un salto a la fama para sus dos jóvenes y debutantes protagonistas, en un film que reduce la linea entre el celuloide y la realidad a un finísimo alambre que maneja las situaciones con una sorprendente destreza.

Un comentario en “Crítica ‘A cambio de nada’: Naturalizando el drama

  1. La vi en el Albeniz y me encantó. La película logró sumergirme de lleno en la trama. Muestra la realidad sin tapujos y los personajes resultan verdaderamente entrañables.

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